Sostenibilidad

Medicamento empresarial para la resiliencia del planeta

1 de abril de 2025 Por Julia Cosin

Comparte

Email Facebook Linkedin Twitter

Llama la atención lo rápido que un niño se recupera de una gripe o un resfriado. Puede encontrarse mal, contraer un virus cualquiera, pero en poco tiempo está recuperado. Su cuerpo, por lo general, se encuentra en plena forma para prepararse nuevamente para la acción. Si lo comparamos con una enfermedad en un adulto, observamos que este tiende a tardar más en recuperarse, e incluso puede arrastrar los síntomas durante más tiempo.

Para paliar los efectos de estas enfermedades, muchas veces recurrimos a medicamentos, probióticos, vacunas u otros productos, e incluso a remedios naturales. Sin embargo, si dejamos al cuerpo descansar sin añadirle más complicaciones, su naturaleza tiende a regenerarse por sí misma y pronto estará listo para enfrentar nuevos desafíos.

Si buscamos un paralelismo entre esta resiliencia natural del cuerpo humano y el planeta, veremos qué ocurre algo similar con el cambio climático. En un planeta joven, como en el caso de un niño, la naturaleza tiene una capacidad inmediata para reparar los daños. No obstante, en un planeta ya afectado por las malas prácticas humanas, como un adulto que ha sufrido el desgaste del tiempo, el proceso de regeneración se vuelve más lento y complicado.

La revolución industrial, junto con los hábitos insostenibles del ser humano, ha dificultado esta capacidad de autorreparación de la Tierra. Sin embargo, el mundo empresarial puede desempeñar un papel crucial al actuar como un «medicamento», por continuar con el símil, para ayudar al planeta a adaptarse a nuestras actividades.

La naturaleza posee una extraordinaria capacidad de autorregulación. Es un sistema interconectado y complejo, donde la relación entre los seres vivos y los elementos inertes es constante por lo que una pequeña alteración de un parámetro, genera grandes cambios que afectan a múltiples factores. Ahora bien, si en lugar de favorecer su curso natural y adaptarnos para aprovechar sus recursos sosteniblemente, interferimos en su funcionamiento, la respuesta de la naturaleza se manifiesta en forma de catástrofes cada vez más agresivas.

Esto no es nuevo. Los científicos llevan décadas advirtiendo de estos riesgos, pero hoy los efectos son visibles para cualquiera que quiera verlo. El año 2024 se registró como uno de los más costosos en la historia reciente para el mercado asegurador. Las catástrofes naturales provocaron pérdidas globales de 320.000 millones de dólares, de las cuales solo 140.000 millones estaban aseguradas (Munich Re). Desde el terremoto de magnitud 7,3 en el mar de Boso, Japón, el 1 de enero, pasando por los devastadores incendios en las regiones de Ñuble, Biobío y La Araucanía en Chile, hasta los huracanes en Estados Unidos, el tifón en Asia, las inundaciones en Valencia y la sequía sin precedentes del Amazonas, las consecuencias han sido devastadoras a nivel económico, humano y ambiental.

Por estas y otras razones, el Global Risks Report 2025 del World Economic Forum ha proyectado que, en dos años, las catástrofes naturales serán el segundo mayor riesgo global. A esto se suman riesgos consecutivos, como la migración involuntaria entre otros.

El Sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC-AR6), publicado en 2022, ya advertía que estas catástrofes no solo serían más frecuentes, sino también más agresivas y con consecuencias más graves. Para evitar este escenario, 196 países se comprometieron en 2015 a limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Sin embargo, según el satélite Copernicus, el año 2024 marca un punto de inflexión, siendo el primero en claramente superar ese límite.

Además, el informe de Copernicus también revela otros récords alarmantes como el aumento de la temperatura global de la superficie terrestre o la elevación del nivel del mar. El impacto económico es igualmente preocupante:

  • Un estudio de 2020 publicado en Nature Communications demuestra que un aumento de 1 °C en la temperatura oceánica podría reducir las capturas pesqueras en 3 millones de toneladas anuales, afectando tanto la biodiversidad marina como a las comunidades que dependen de la pesca.
  • Un estudio publicado en Nature Sustainability en 2023, indicaba, que cada 0,1 °C de calentamiento que podamos evitar está salvando a 140 millones de personas de la exposición a un calor sin precedentes y sus daños asociados, lo que debería ser un poderoso incentivo para acelerar la transición hacia emisiones netas cero.

Aunque estos niveles extremos de temperatura de 2024 podrían haberse agravado por el fenómeno de El Niño, que se arrastra desde 2023, la evidencia subraya igualmente la urgencia de tomar acción inmediata. Este compromiso no puede limitarse a los gobiernos: el sector privado también debe asumir una responsabilidad activa. Iniciativas como el SBTi, TNFD o TCFD ayudan y acompañan a las empresas a diseñar las rutas para alcanzar sus compromisos ambientales. De hecho, el Informe de progreso de 2021 del SBTi, muestra como las empresas comprometidas con SBTi superaron las tendencias globales y lograron colectivamente reducciones de emisiones de alcance 1 y 2 del 12%.

Es crucial que las empresas adopten medidas de adaptación, más allá de las de mitigación. Para ello, es necesario incorporar consideraciones ambientales en la toma de decisiones empresariales, no solo desde una perspectiva de descarbonización, sino también considerando aspectos como el agua, la biodiversidad y el uso sostenible de los recursos. Esta decisión, no solo ayudará a su economía, sino que además prevendrán daños de millones de euros como hemos evidenciado con los datos anteriores. Un ejemplo de este caso, sería por ejemplo la compañía ID Forest, esta empresa ha implementado el uso de hongos micorrízicos en los viñedos para mejorar la absorción de nutrientes y agua por parte de las plantas. Esta estrategia no solo aumenta la resistencia de las viñas a condiciones climáticas adversas, como sequías y olas de calor, sino que también mejora la calidad de las uvas producidas.

Este no es un camino que se inicie ahora. Países como Bangladesh, Ruanda, Etiopía, las Islas del Pacífico, Kenia y Vietnam ya están implementando soluciones innovadoras como cultivos resilientes, reforestación, energías renovables, rehabilitación de ecosistemas, agricultura sostenible y gestión del agua. Estas estrategias no solo protegen comunidades y fortalecen la resiliencia ambiental, sino que también impulsan las economías locales y reducen costos futuros asociados a desastres climáticos.

Sus experiencias demuestran que las soluciones sostenibles no solo son posibles, sino también rentables, incluso en condiciones económicas limitadas. Las empresas con mayores recursos y capitales deberían incorporar estos principios en su núcleo empresarial. De lo contrario, enfrentarán consecuencias no solo ambientales, sino también sociales y económicas.

Iniciativas como estas son el medicamento que permite a la sociedad y al planeta mantener sus rumbos sin perjudicarse mutuamente. En este contexto, la TNFD, recientemente ha lanzado hasta trece guías sectoriales para acompañar a las empresas a dar estos pasos claves. En su última actualización se incorporan el sector bebidas que podría ser útil para empresas vinícolas como la mencionada anteriormente en el ejemplo, ayudándolas a adaptarse a los desafíos del cambio climático y a liderar transformaciones necesarias hacia un futuro más resiliente y sostenible.

Julia Cosin

Executive Associate

Negocio Sostenible

Por Julia Cosin

Artículos relacionados