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La declaración de la Business Roundtable, ¿redefine la realidad, o solo el discurso?

1 de octubre de 2019 Por Marta Rózpide

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El pasado 19 de agosto la Business Roundtable, organización que reúne a 200 de las mayores empresas estadounidenses, anunció en un comunicado que era necesario redefinir “el propósito de las compañías”. Rompiendo con la idea de que la maximización de los beneficios de los accionistas tiene que anteponerse a cualquier otra consideración, los líderes de gigantes como Amazon, JP Morgan o Johnson&Johnson asumían que el accionista no debe ser el único centro de gravedad. Los clientes, los empleados, los proveedores y las comunidades en las que la compañía opere también deben entrar a formar parte de la ecuación.

La prensa económica acogió el anunció con expectación: “La gran empresa empieza a aceptar responsabilidades sociales más amplias”, tituló The Economist. Financial Times lo interpretó por su parte como “un reconocimiento tácito por parte de las corporaciones americanas de sus pecados”.

Con la declaración de la Business Rountable se cierra una etapa en la que ha primado la visión de Milton Friedman, Premio Nobel y uno de los padres de la Escuela de Chicago, que sostenía que la misión de la empresa era simple y llanamente generar beneficios y maximizar la inversión de los accionistas. Friedman lo explicaba así en una columna del New York Times en 1947: “La responsabilidad social de las empresas es incrementar sus beneficios, siempre y cuando se respeten las reglas del juego”.

Esta consigna, que dio origen al denominado shareholder capitalism y marca desde entonces la gestión empresarial, se reconoce ahora obsoleta. Lionel Barber, director del Financial Times y autor de un editorial que pasará a la historia del periodismo económico, “Capitalism. Time for a Reset”, opinaba que “hay que reiniciar el sistema”. Superado Friedman, la teoría de otro economista, Edward Freeman, basada en “generar beneficios para todos los stakeholders como única vía para contribuir al progreso de la sociedad en general”, se acepta como nuevo mantra.

Este anuncio llega en un momento en el que la desconfianza se ha instalado en el paisaje. Y parte de la responsabilidad de responder a este reto se delega en los líderes empresariales. El informe “Approaching the Future”, elaborado por Corporate Excellence y Canvas, señala que más del 71% de la población mundial no confía en las instituciones y el 76% otorga el deber de liderar los cambios globales a las empresas y sus CEO.

Sin embargo, muchos pensarán que no hay tanta novedad en el anuncio de la Business RoundTable, que la preocupación por otros grupos de interés más allá de los accionistas lleva años en el día a día de los responsables de las grandes compañías de nuestro país. Las memorias de sostenibilidad que publican las empresas cotizadas o los informes integrados donde dedican capítulos exclusivos a detallar su contribución a empleados y proveedores son una prueba de que Freeman lleva tiempo instalado en el imaginario colectivo.

La trascendencia de esta noticia radica en el emisor del mensaje: son los CEOs de las grandes compañías americanas los que asumen públicamente que la brújula con la que gestionaban no sirve para el mundo en el que vivimos. La gran incógnita a despejar sigue siendo cómo encontrar el equilibrio entre generar beneficio para los accionistas y crear valor a largo plazo para todos los demás grupos de interés. Para conseguirlo, será necesario pasar de las palabras a los hechos, y ahí es donde vemos que todavía queda recorrido. Aun son pocas las compañías que incorporan criterios de sostenibilidad al variable de sus empleados, o las que invierten en fondos socialmente responsables.

A pesar del impacto de esta declaración, nos seguimos haciendo preguntas similares. ¿Hasta qué punto están dispuestas las empresas a cuidar a sus otros grupos de interés cuando sus necesidades entren en conflicto con los de los accionistas? Cuando haya que priorizar, ¿quién pesará más en la balanza? ¿Es este comunicado prueba de una voluntad sincera de generar valor compartido, o la mera respuesta a una presión social incontenible? ¿Están las compañías verdaderamente preparadas para pasar de las musas al teatro y tomar decisiones que tengan impacto en la cuenta de resultados a corto plazo para salvaguardar la confianza de sus grupos de interés?

 

Por Marta Rózpide

Executive Associate

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