¿Son las redes sociales el escenario de las nuevas “batallas” electorales?
19 de julio de 2023 Por Iratxe De La Camara
En las últimas semanas, todos hemos sido testigos de las sucesivas citas que los distintos representantes políticos y candidatos a la Presidencia han ido librando en los medios de comunicación. En uno de los procesos electorales con mayor nivel de incertidumbre de los últimos tiempos, y con un escenario político en el que la posibilidad de un Gobierno sin pactos es prácticamente inexistente, se han ido sucediendo los debates, entrevistas e intervenciones con un objetivo prioritario y común para todos los colores: el de intentar mover la balanza de ese casi 23% de votantes indecisos que, sin duda, jugarán un papel determinante en los comicios del próximo 23J.
El esperado cara a cara entre los dos principales candidatos alcanzó un 46,5% de cuota de pantalla y concentró delante de sus televisores a casi 6 millones de españoles. Unas cifras que, aunque a priori podrían parecer elevadas, lo convierten en el menos seguido de la historia en términos globales por -entre otros factores- haberse emitido en pleno periodo estival. Aun con ello, desde su celebración, y más aún desde el debate a tres emitido ayer mismo en RTVE, se ha hablado mucho de la posible influencia de estas citas televisivas en la intención de voto. Pero ¿realmente es así?
De acuerdo con lo que hemos ido leyendo en los distintos medios, parece que sí. Pero cabe resaltar que en estos análisis entran en juego otros factores que conviene tener en cuenta. Uno de ellos es el hecho de que actualmente las conversaciones en torno a la actualidad informativa -política incluida- han abandonado las salas de estar de los españoles para abrir nuevas vías de debate en el entorno digital. Las citas celebradas -y muy especialmente el cara a cara-, han puesto de manifiesto el poder de las redes sociales a la hora de generar y difundir de manera masiva y en directo todo tipo de contenido -real o no, pero esa es otra cuestión que requiere de un abordamiento individual- que, sin duda alguna, no solo tiene la capacidad de influir en la intención de voto, sino también de tornarse en algo mucho más grave para cualquier sistema democrático: la decisión de no acudir a las urnas.
No es ningún secreto que nos movemos en un ambiente político cada vez más polarizado y cargado de extremismos, y que la forma actual en la que la sociedad consume información podría guardar una estrecha relación con este punto. Y es que, si bien las generaciones anteriores tenían tiempo para generar una opinión propia sobre un contenido antes de conocer opiniones externas, en rara ocasión sucede esto en la actualidad.
Según un estudio realizado por Ymedia Vizeum, hoy día hasta el 98% de la población española está expuesto al consumo multipantalla. Esto, especialmente tangible entre las generaciones más jóvenes, supone una evidente oportunidad para influir en una opinión que, en ese momento, antes siquiera de haber procesado un contenido, recibe ya cientos de inputs que pueden dirigirla en un sentido o en otro. El potencial de esta variable ha sido especialmente entendida y capitalizada por los actores partidos políticos que, desde su surgimiento, han sabido utilizarla en pos de su propio crecimiento. El último ejemplo ha sido el desembarco de Yolanda Díaz y de su partido político Sumar en la plataforma TikTok, pero ya en el pasado habíamos vivido otros casos como el de Podemos -pionero indiscutible de esta nueva forma de hacer política en España- o el del PP madrileño en las pasadas elecciones municipales del 28M.
Este modelo, aún novedoso para muchos en nuestro país, viene sin embargo de bastante lejos en tiempo y lugar, ya que tuvo su precursor fue, sin lugar a dudas, Barack Obama en su carrera presidencial hacia la Casa Blanca en 2008, cuando consiguió una movilización sin precedentes en su favor con su ya emblemática campaña ‘Yes, We Can!’. Tras él, claramente demostrado el poder de los nuevos entornos digitales en el plano político, Donald Trump recogía el guante que este nuevo escenario le brindaba y, aunque de una forma bastante más cuestionable, convertía las redes sociales una de sus principales plataformas de comunicación.
Desde entonces, y dejando de lado la más que palpable problemática en torno a la desinformación, al uso los bots o al auge del hate, han surgido nuevos formatos como los memes, que mediante un uso inteligente del humor, sirven a las distintas partes para viralizar sus ideologías. Unos formatos que, si bien dan un toque de frescura y creatividad por muchos percibida como inofensiva, cuentan con una capacidad de influencia como arma política que no debería desdeñarse.
De lo que no cabe duda es de que vivimos en una era transmedia en la que el control de la información y de su veracidad se hace cada vez más difícil, y lo cierto es que esta realidad se impone de manera creciente más allá del puro entretenimiento, trascendiendo a asuntos de gran calado social, empresarial y político. Por ello medios, gabinetes y los distintos profesionales que conformamos el sector la comunicación debemos, más que nunca, ser capaces de entender los nuevos ritmos, lenguajes y formas de conectar con las audiencias que imperan hoy en día. Solo así seremos capaces de evolucionar nuestro modelo informativo a uno más acorde con los códigos de sociedad actual.