Europa, a la cola de la carrera por la inteligencia artificial
21 de noviembre de 2019 Por Xavier Cima
Margaret Hamilton, la pionera de la programación que llevó el Apolo 11 a la Luna en 1969, comentó que el algoritmo del módulo lunar tenía 1.474 líneas de código programado. Nunca sabremos si cuando Neil Armstrong se refirió al gran paso que aquella gesta supuso para la humanidad pensaba también en los algoritmos pero, sin duda, hoy líneas de código similares nos están dirigiendo hacia una de las revoluciones que marcarán nuestro destino.
Hoy, hablar de datos y de algoritmos es hablar de inteligencia artificial. Buscar una serie en Netflix, escuchar nuestra canción favorita en Spotify, decirle a Siri que busque un restaurante, pedirle a Cabify que nos lleve a casa o buscar regalos para la familia en Amazon: cualquiera de estas acciones activa procesos basados en la inteligencia artificial. Y también la encontramos detrás de la detección del cáncer, el ahorro energético o la lucha antiterrorista.
El pasado mes de enero el CEO de Google, Sundar Pichai, comparó el impacto de inteligencia artificial con el de la electricidad y el fuego. Frente a una revolución de dicho calado los países tienen dos estrategias posibles: estar o no estar.
Mientras vemos que en otras zonas de nuestro planeta, algunas lejanas como Estados Unidos y China, llevan años creando valor, en otros países más cercanos reclamamos ese mismo valor. No es casual que PwC concluya que “los mayores beneficios de la IA vayan a parar a China (aumentando su PIB hasta un 26% en 2030) y Norteamérica (con un aumento potencial del 14,5%)”. ¿Dónde queda Europa ante toda esta gran revolución? Basta con buscar cuántas startups hay en Europa valoradas en más de un billón de dólares y compárenlo con el resto del mundo: según datos de la Comisión Europea, con un 7% de la población, 22% del PIB, 20% de la inversión en I+D+i y un tercio de las publicaciones científicas de alta calidad, nuestros unicornios representan un 11,5% sobre el total mundial.
La misma Comisión Europea nos da la solución: convertir la excelencia en éxito. Europa debe crear las condiciones para el éxito sin cometer errores. Uno de los padres de Internet, Tim Berners-Lee, decía que no podemos culpar a la tecnología cuando comete errores. Ciertamente, la responsabilidad de los aciertos y errores de la tecnología es nuestra.
El objetivo europeo debe ser el de ayudar a crecer a nuestras startups para que puedan competir en igualdad de condiciones con sus homólogas chinas o americanas. Mientras estudiamos si los datos generados en Dinamarca pueden utilizarse en España, decidimos si los vehículos autónomos pueden circular por nuestras calles o si permitimos a los drones con desfibrilador sobrevolar nuestras ciudades, el resto del mundo se dirige hacia un destino digital sin precedentes.
Europa también debe hacerlo porque, parafraseando a Stephen Hawking, incluso la gente que afirma que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle.
Publicado en Expansión Catalunya el 24/04/2019