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Europa: fundar, escalar, retener o desaparecer

8 de julio de 2025 Por Francisco Javier Rodriguez

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Europa no puede seguir actuando como la plataforma de despegue de empresas que alcanzan su madurez en otros mercados. Durante años, el continente ha generado innovación de alto valor, solo para verla consolidarse fuera de sus fronteras. Esta fuga estructural de talento, propiedad intelectual y capital no responde a una falta de creatividad o capacidad emprendedora, sino a deficiencias sistémicas persistentes en su entorno normativo y financiero.

La nueva Estrategia Europea para Startups y Scaleups, articulada con la Unión de los Mercados de Capitales (CMU) y la Unión del Ahorro y la Inversión (SIU), representa un cambio de enfoque relevante. Por primera vez, la política comunitaria asume con claridad que el problema no está en la oferta de ideas, sino en la arquitectura institucional que debería sostener su desarrollo. Sin mecanismos eficaces para retener el talento, facilitar la capitalización y proteger la propiedad, el crecimiento empresarial acaba produciéndose fuera, mientras dentro se amplía la brecha de dependencia.

Este nuevo marco no es simplemente un complemento a la estrategia de crecimiento europeo: es una respuesta estructural al estancamiento de la escala empresarial en Europa. Su éxito será decisivo para transformar el potencial innovador del continente en autonomía estratégica real.

El Scaleup Europe Fund, concebido para invertir en fases críticas de crecimiento, no es solo una medida económica, sino una declaración política. Se plantea como un instrumento profesionalizado, con coinversión público-privada, dotado inicialmente con 10.000 millones de euros, y orientado a cubrir rondas de entre 50 y 100 millones. Es el primer intento serio de que el capital europeo tenga capacidad real de consolidar tecnología estratégica europea sin cederla sistemáticamente a fondos no comunitarios. Su despliegue debe producirse junto al Innovation Investment Pact, diseñado en estrecha coordinación con la SIU, aspira a desbloquear y movilizar la masa crítica de capital institucional europeo, fondos de pensiones, aseguradoras, banca, y canalizarla hacia private equity y venture capital enfocados en innovación tecnológica de alto impacto. Esta ambición no puede sostenerse en el vacío: requiere necesariamente una transformación profunda del marco prudencial y fiscal que hoy penaliza este tipo de activos, como reconocen explícitamente los objetivos de la SIU. Sin esta reforma estructural, el ahorro europeo seguirá anclado en instrumentos de bajo rendimiento económico y nulo valor estratégico, como la deuda pública nacional o activos inmobiliarios pasivos. Europa no podrá financiar su autonomía tecnológica si no crea las condiciones para que su propio capital apueste, con escala y convicción, por su propio futuro.

Esta coordinación técnica se convierte en condición política: si Europa quiere autonomía estratégica, debe empezar por construir canales eficientes para que el ahorro interno financie la innovación interna. Lo contrario es financiar la competencia. Por eso la SIU no es un anexo financiero: es el sistema circulatorio del ecosistema.

Y si el capital encuentra por fin caminos de inversión integrados, las empresas deben contar con estructuras jurídicas que les permitan escalar sin duplicarse. El Régimen 28.º ofrece esa base legal: una forma societaria europea, con constitución digital, marco contable armonizado, fiscalidad coherente y marco concursal funcional. Esto no es una simplificación simbólica, sino un requisito esencial para que operar en cinco países no implique cinco contabilidades, cinco registros y cinco fiscalidades. Esta medida se complementa con la European Business Wallet, una plataforma única de identidad jurídica y gestión administrativa que elimina duplicidades regulatorias. Juntas, estas iniciativas permiten que una startup se comporte como empresa europea real desde el primer día.

La reforma de las stock options, a menudo tratadas como un detalle fiscal, representa en realidad una condición de posibilidad para competir por talento con Silicon Valley, Singapur, India, Tel Aviv o China. Gravar estos instrumentos como renta laboral en el momento de su concesión, sin liquidez real ni garantías de retorno, es una receta para el éxodo. La Estrategia propone una armonización transfronteriza que reconozca las opciones como lo que son: herramientas de atracción y retención de talento clave, especialmente en empresas deeptech. Esta reforma se articula con la iniciativa Blue Carpet, centrada en eliminar barreras migratorias, fiscalizar con neutralidad la movilidad de trabajadores cualificados y crear una vía clara para visados tech, fundadores internacionales y movilidad intraeuropea. Porque el talento que se va, no vuelve.

En acceso al mercado, el objetivo no es menor: desbloquear la contratación pública como instrumento de escalado. Se plantea permitir que startups compitan en licitaciones sin exigencias de solvencia financiera desproporcionadas, con mecanismos simplificados, estándares de interoperabilidad y reconocimiento mutuo. Esto se vincula a la Lab to Market Initiative, cuyo propósito es traducir ciencia en negocio: facilitar spin-offs desde centros de investigación públicos, con propiedad intelectual protegida y capital privado comprometido desde el primer tramo. La innovación no puede vivir encerrada en el laboratorio: necesita contrato, cliente, financiación y normativa clara.

La medida más audaz es la cláusula de excepción estratégica para scaleups de sectores clave como IA, defensa, biotecnología avanzada, ciberseguridad o semiconductores. Se propone como un mecanismo estructural, no excepcional, que permita a estas empresas operar bajo un régimen común en toda la UE, con reglas fiscales, ayudas públicas y procedimientos regulatorios acelerados. No se trata de crear ventajas injustas, sino de reconocer que estas empresas son infraestructuras críticas de la autonomía europea, como lo son un gasoducto o una red eléctrica. Su carácter técnico es tan ambicioso como necesario: hablamos de otorgar a las scaleups estratégicas un estatuto de “interés común europeo”, activando un fast track legal y administrativo que sustituya el mosaico normativo por un corredor europeo único. Si el mercado interior fue el gran proyecto de integración comercial del siglo XX, esta cláusula puede ser el embrión del mercado interior de la innovación del siglo XXI. Ignorar esta medida o aplicarla con timidez no es neutral: es una renuncia explícita a competir por el control de la próxima generación tecnológica.

Todas estas medidas no tienen sentido si se entienden de forma aislada. El verdadero valor de esta Estrategia es su planteamiento sistémico: vehículos de inversión que se alimentan de ahorro movilizado, empresas que pueden escalar con una sola estructura jurídica, talento que puede moverse sin penalización, spin-offs que tienen acceso a contratación pública desde el primer día. Todo está diseñado para que lo económico, lo jurídico y lo fiscal dejen de ser compartimentos estancos y empiecen a operar como un único mercado. Europa no solo necesita más startups: necesita más scaleups capaces de quedarse y crecer aquí.

Europa no carece de talento, ni de ideas, ni de capital potencial. Pero durante décadas ha operado sin una arquitectura funcional capaz de convertir esos recursos en empresas líderes, en propiedad tecnológica propia, en valor económico retenido. La fragmentación normativa, la escasez de capital de escala, la penalización fiscal al emprendimiento y la rigidez administrativa no han sido accidentes: han sido las reglas del juego. Esta Estrategia plantea, por primera vez, un plano integrado que conecta lo financiero con lo jurídico, lo fiscal con lo institucional, lo público con lo privado. Pero ningún plano se convierte en estructura si no se ejecuta. Sin implementación real, sin exigencia desde el ecosistema, sin presión desde los Estados miembros, este intento quedará archivado junto a otras iniciativas que prometieron mucho y transformaron poco. Europa se enfrenta a una disyuntiva inaplazable: o convierte esta arquitectura en soberanía tecnológica efectiva, o confirma, por inacción, su rol subordinado en la economía global del conocimiento. Y si esta ventana estratégica se cierra, puede que no vuelva a abrirse en una generación.

Por Francisco Javier Rodriguez

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