COP25 Madrid: La voz de la ciencia y de la empresa frente al cambio climático
28 de noviembre de 2019 Por Alberto Muelas
El cambio climático ha pertenecido durante demasiado tiempo a una de esas ciencias que tratamos dentro del grupo de disciplinas sobre las que todo el mundo opina. Como ocurre con el baloncesto, todos llevamos un entrenador dentro, y nos sentimos con la autoridad intelectual y moral de cuestionar tácticas y estrategia. Aplicado al cambio climático, representa un grave problema porque hablamos, en realidad, de una enfermedad y no un deporte, tal y como coincide en señalar una amplia mayoría de la comunidad científica. Solo por ponerlo en perspectiva, el consenso científico en cuanto a la realidad y causas del calentamiento global es similar que el existente acerca de la correlación de tabaquismo y el cáncer.
En nuestra relación con la medicina, incluso con toda la información disponible online, tendemos a confiar en el criterio del médico que nos diagnostica y trata una dolencia o enfermedad. Si nos prescribe una medicación, nos la tomamos. Si nos recomienda operar, lo hacemos. El autotratamiento es temerario y está estigmatizado. Y así debe ser, porque es el conocimiento técnico y experto el que, en base a datos objetivos, consigue curar, mitigar o prevenir la dolencia o enfermedad.
Aunque cada vez es más residual, una parte de la clase política y de la sociedad civil sigue cuestionando todavía la opinión de los científicos en cuanto a la existencia del cambio climático, a su origen antropogénico y, por último, a las posibles soluciones para frenarlo o revertirlo. Y se trata de algo sobre lo que no debiera haber ningún debate político. Es una cuestión puramente técnica. La solución la tienen los expertos, no los políticos. Ni los aspirantes a entrenador de basket.
Afortunadamente, los Acuerdos de París (suscritos en la 21 edición de la Conferencia de las Partes, COP21) supusieron un importante paso adelante en reconocer y abrazar el conocimiento científico en materia de cambio climático. El Panel de Expertos en Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) lo ha dejado bastante claro: si queremos mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5ºC, tenemos que reducir las emisiones un 45% antes de 2030 (respecto a las de 2010) y ser neutros en carbono en 2050. Si no lo conseguimos, nos encontraremos importantes perjuicios económicos, sociales y humanos.
La COP25, presidida por Chile y acogida en tiempo récord por España, será una Conferencia clave por dos motivos:
Necesidad de aumentar los compromisos políticos
Debe presionar a los países, estados o entidades supranacionales (también conocidos como “Partes”) para aumentar sus compromisos en materia de cambio climático: los actuales objetivos de reducción de emisiones no garantizan mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC. El contexto es especialmente complicado. Estados Unidos, anteponiendo política a ciencia, culminará su salida de los Acuerdos de París. Por ahora, se espera la asistencia en la COP de más de 15 jefes de estado y de gobierno. La presencia de líderes ha sido creciente a lo largo de toda la historia de las Conferencias de la Partes, ya que los compromisos adoptados por los países cada vez tenían más implicaciones políticas en los países de origen. Así, la denominada “transición ecológica justa” reconoce el vínculo de la lucha contra el cambio climático con otras facetas de la vida económica y social.
Por otro lado, en este aumento de los compromisos deben participar también las empresas y la sociedad civil, responsables de una parte de las emisiones y cuya implicación es fundamental para frenar el cambio climático. El Gobierno de España ya ha manifestado que pretende hacer de la COP25 la más abierta a la sociedad civil de la historia, en busca de aumentar la sensibilización y compromiso social en materia de lucha contra el cambio climático. Por eso, más allá de la tradicional Zona Verde de la Conferencia, ha creado otros espacios para que la sociedad civil (incluidas las empresas) puedan participar: se trata de los espacios Castellana Verde y Castellana Verde+.
Necesidad de concretar los instrumentos técnicos
Debe concretar técnicamente los instrumentos que permitan llevar los compromisos a la realidad. Se trata de una conferencia en la que los científicos, expertos técnicos y funcionarios deben jugar un papel clave. Ya han comenzado a llegar a Madrid los primeros representantes de las Partes, que deberán preparar el terreno para lo que ocurra durante la agenda oficial entre el 2 y el 13 de diciembre. Como reconoce el lema de la CO25, es “time for action”.
Como su apellido indica (25), la COP de Madrid no será la primera. Desde la Convención de Cambio Climático de Rio de Janeiro de 1992 y la constitución de la Conferencia de las Partes como mayor órgano de decisión en materia de cambio climático de Naciones Unidas en la COP 1 de Berlín, se han celebrado 24 Conferencias hasta llegar a la de Madrid. De todas ellas, cabe destacar dos especialmente:
- COP 3 (1997). En ella se puso en marcha el Protocolo de Kioto, que obliga legalmente a los países (Partes) a alcanzar objetivos de reducción de emisiones. El principal problema del Protocolo de Kioto es que los objetivos de reducción de emisiones, por poco o muy ambiciosos que pudieran parecer, no estaban vinculados a ningún cálculo científico sobre cómo iban a contribuir a limitar el calentamiento global y, por lo tanto, hacía que esos objetivos fueran poco eficaces.
- COP 21 (2015). Establecimiento del Acuerdo de París: las Partes acordaron mantener las temperaturas globales por debajo de los 2ºC y, en medida de lo posible, por debajo de 1,5ºC de aumento.
En resumen, Naciones Unidas lleva 27 años sentando a casi todos los países del mundo en torno a una misma mesa para buscar soluciones al cambio climático. Pero, por desgracia, cuando miramos la tendencia de crecimiento de la concentración de CO2 en la atmósfera (por coger solo uno de los indicadores posibles), los resultados parecen haber sido nulos hasta ahora.
La reducción de emisiones de CO2 que permitiría frenar o mitigar el cambio climático no es fácil de conseguir, ya que se debe alcanzar en paralelo al crecimiento socio-económico de países como China o India.
La conocida como “the Kaya identity” (redescubierta involuntariamente por Bill Gates) permite capturar el problema de reducir las emisiones de CO2 en un entorno de crecimiento económico. Las emisiones de CO2 se pueden expresar mediante una simple fórmula matemática:
P x S x E x C = CO2
Donde:
P = Población. La previsión es que la población mundial siga creciendo hasta al menos mediados de siglo. Por lo tanto, este factor de la ecuación empujará las emisiones al alza.
S = Servicios o actividades usados por cada persona. Dado el desarrollo de países como China, India o Indonesia y otros países en vías de desarrollo que experimentarán un crecimiento de sus clases medias, este factor de la ecuación también empujará las emisiones al alza.
E = Energía necesaria para proveer cada uno de esos servicios o actividades. Es decir, como de eficientes energéticamente somos. En este caso, el sentido de este factor es incierto. Posiblemente se mejore la eficiencia en algunos servicios y haya otros menos eficientes.
C = Dióxido de carbono producido por esa energía. Depende de la fuente de energía que se utilice.
Dada la evolución de los otros tres factores de la ecuación, la única alternativa para reducir las emisiones de CO2 es reducir la intensidad en carbono de las fuentes de energía que utilizamos. Incluso con esto, el IPCC reconoce que es posible que no sea suficiente y sea necesario desarrollar tecnologías que permitan la captación de CO2 de la atmósfera. El uso de fuentes de energía más limpias implica un reto colateral: no tenemos experiencia en ningún momento de la historia de la Humanidad en conseguir el crecimiento económico en base a la utilización de fuentes de energía menos eficientes. El crecimiento siempre ha ido aparejado del descubrimiento y utilización de fuentes de energía más eficientes.
Algunos expertos cuestionan que tengamos las teorías y modelos económicos capaces de gestionar el nuevo modelo de crecimiento y de mercado energético que necesitamos para frenar el cambio climático. Pero, a pesar de todo esto, soy optimista. Creo que el cambio climático es posiblemente el mayor reto intelectual al que nos vamos a enfrentar los seres humanos en la todavía corta existencia que llevamos en la Tierra. Si queremos resolver el problema del cambio climático, las corporaciones tienen que asumir su parte de responsabilidad.
En el mundo, 69 de las 100 mayores economías son corporaciones, no países. En España, el valor de la riqueza en manos privadas es siete veces superior al valor de la riqueza en manos públicas (medido en términos de porcentaje sobre renta nacional). Si la solución está en manos de aquellos que tienen el poder para cambiar cosas, es indudable el papel que deben jugar las corporaciones.
Creo que es momento de que dejemos trabajar a los científicos, investigadores y profesionales técnicos, muchos de ellos en corporaciones, y que empecemos a tratar al cambio climático como a la medicina, no como al baloncesto.