Asuntos Públicos

Tiempo de esperanza: el optimismo que genera la ciencia

20 de julio de 2021 Por Carlos Martinez Alonso

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Nuestra sociedad es hoy más abierta que nunca, el desarrollo sostenible y la pandemia del COVID-19 son exponentes de esta globalidad. La lucha contra la pandemia nos ha mostrado que la
ciencia es el instrumento más eficaz para entender y combatir adecuadamente este tsunami. En menos de un mes desde su inicio, se aisló el virus SARS-CoV-2 como causante del síndrome respiratorio agudo Covid-19, se secuenció su genoma, se crearon instrumentos eficaces para su diagnóstico, se generaron anticuerpos monoclonales neutralizantes y se elaboró en tiempo récord una serie de vacunas para combatirlo.

La pandemia ha generado mucha incertidumbre, pero ni es una novedad, ni será la última a la que nos enfrentemos. Además de las epidemias del pasado, hemos sufrido algunas muy recientes como la infección por el virus HIV-1, responsable del SIDA en 1981; la infección por otros coronavirus, responsables del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en 2002; por el virus EBOLA en 2014; o por el virus de la gripe H5N1 y H1N1 en 2003 y 2009, respectivamente. Es por tanto previsible que en el futuro podamos estar expuestos a nuevas pandemias frente a las cuales debemos empezar a prepararnos.

Los países y las instituciones más fuertes deben su éxito a la inversión en conocimiento, formación, ciencia, investigación e innovación. Consecuentemente, si se aspira a ser un país de esta índole, es necesario un cambio de actitud en la sociedad, en la arquitectura institucional y en la apuesta por la financiación de la investigación, el sistema sanitario y la meritocracia.

Decía Niels Bohr, premio Nobel y uno de los padres de la física moderna, que «hacer predicciones es muy difícil y sobre el futuro es imposible», pero también existe esa visión complementaria de ese Séneca del Siglo XXI, Woody Allen, que señala que «el futuro es lo que más me interesa porque es donde más tiempo voy a estar». El futuro en la lucha contra la COVID-19 es prometedor, merced a la apuesta por la ciencia.

Gracias en gran medida a la colaboración público-privada, la ciencia ha aportado métodos cada vez más rápidos y eficaces para la detección del virus y para caracterizar la respuesta contra el mismo. Actualmente, se identifican y secuencian las nuevas variantes y existen en el mercado cuatro vacunas profilácticas, eficientes contra la infección por el virus SARS-Cov-2, aprobadas por la EMA; otras muchas se encuentran en vías de aprobación o desarrollo. Es cierto que el virus sigue ahí y que
la lucha contra el mismo necesita de la inmunización global de todos, niños y adolescentes incluidos, pero ya se vislumbran avances concluyentes que muestran la eficacia de la vacuna en este grupo de la población.

Las personas que han pasado la infección continúan teniendo anticuerpos frente al virus al menos 11 meses después de la infección. Aún es pronto para saber si esa misma capacidad se genera a su vez como consecuencia de la vacunación. Como respuesta, tanto Pfizer como Moderna han aportado soluciones mediante la administración de una tercera dosis a finales de año. En el caso de que la infección se vuelva estacional, como sucede con el virus de la gripe, se considerará necesaria una
vacunación anual.

El éxito de las vacunas ha generado extraordinarias expectativas mediante el desarrollo rápido contra las posibles nuevas mutaciones del virus y la posibilidad de generar una ‘pan-vacuna’ capaz de neutralizar la infección de todos los coronavirus.

Las vacunas han de completarse con nuevos tratamientos terapéuticos mediante la identificación, desarrollo e implementación de antivirales, actualmente en vías de desarrollo. Para ello, se han puesto en marcha diferentes iniciativas en la Unión Europea y España a través de los fondos para la Recuperación, Transformación y Resiliencia, con el objetivo de promover infraestructuras en el ámbito científico y poner en marcha programas de atracción de talento investigador. Mientras tanto, enfrascados en la pandemia, las otras patologías (riesgo cardiovascular, diabetes, cáncer, enfermedades inflamatorias y un largo etcétera) continúan presentes, a la espera de los nuevos desarrollos de la ‘Medicina de las 4P’:

  • Personalizada, porque no hay enfermedad, sino enfermos.
  • Preventiva, porque la mejor enfermedad es aquella que nunca llega.
  • Predictiva, porque es deseable conocer la susceptibilidad individual al desarrollo de una determinada enfermedad.
  • Participativa, porque la involucración de los pacientes en el desarrollo del sistema sanitario es, además de necesaria, fundamental.

Por todo ello, es el momento de aprovechar las oportunidades y trasformar nuestro sistema sanitario en un modelo científico, competitivo y sostenible.

Carlos Martinez Alonso

Senior Advisor de Health Policy de Kreab

Por Carlos Martinez Alonso

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